
En cajas con naftalina
deposito las vejeces
de versos ya percudidos
por los años y los meses.
Las florecillas del prado
el rosa de la mañana,
los labios de seda roja,
con los ocasos de grana,
el huracán del deseo,
y el avecilla que trina
son figuras de museo
que cuelgan en las vitrinas.
La suavidad de la brisa
el revuelo de la alondra,
el oro de los cabellos,
y la figura de diosa
el brillo de la sonrisa
y la espuma de las olas
fueron pasto de polillas
que las royeron golosas.
La boca de ardiente fuego
y el abrazo de la amada
son hierro de espada antigua
que tiene la hoja embotada;
el abismo de la pena,
y el arroyuelo plateado,
son sombreros de recuerdo
con sus plumajes ajados.
Las formas del nuevo verso
serán cual pantera negras,
indómitas, sanguinarias,
sorprendentes y ligeras.
Lanzadas en cacería
nadie bromee con ellas,
por su fuerza, respetables,
de agilidad, siempre nuevas.
Ya nadie escapará indemne
de un paseo por las letras
pereciendo a los zarpazos
de las palabras panteras
Hoy, el lápiz se rebela:
-Tortúrame en otra cosa
que me huele a alcantarilla
“el perfume de las rosas"
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